"Pepi y Marcial, cuenten otra "
La columna del director
Pepi Patrón, quien integra la caviarada que administra actualmente la PUCP, sostuvo hace muy poco que los problemas con la Iglesia comenzaron con Cipriani. ¡Jua, jua, jua! Me sorprende -porque chiquilla no es- que Pepi desconozca la tremenda bronca que tuvo el cardenal Landázuri en 1973 con la PUCP por un problema de faldas de un profesor caviar con una alumna. Eso motivó que Landázuri decida –erradamente- alejarse definitivamente de la PUCP y le dejara la cancha libre al entonces rector Mac Gregor, un jesuita rojimio (allí sí a éstos no les molestaba que los dirija un cura) que fue el padre espiritual de toda la caviarada.
Incluso ese roche motivó que Landázuri le mande una carta a Mac Gregor en setiembre de ese año, de donde extraigo algunos párrafos para que Pepi no esté después soltando gruesas inexactitudes que confunden al público y al alumnado.
"(...) Lamentablemente, hoy se da en esa Universidad, Pontificia y Católica, un hecho que mi conciencia y mi deber me obligan a señalar como muy grave, que por penoso y conocido que he de explicitar más todavía; cual es el permitir el acceso a la cátedra sin exigir la necesaria educación de la vida a principios fundamentales –el matrimonio y la familia- de la doctrina de la Iglesia y de la misma sociedad civil, principios que hoy y siempre son imprescindibles. Hasta el último momento he esperado que un mínimo de buen criterio superaría esa delicada situación, pero ella no ha sido, y en tal estado de cosas me encuentro en la imperiosa necesidad de renunciar al título, principalmente honorario, de Gran Canciller de la Universidad".
Al franciscano y timorato (fue muy benevolente con la dictadura velasquista) Landázuri le sucedió el jesuita Vargas Alzamora, con quien por supuesto los caviares de la PUCP se llevaron muy bien por cercanía ideológica y porque a éste le interesaba tan poco la PUCP que pretendió entregársela a los caviares en 1994, pasando por encima de la voluntad testamentaria del benefactor Riva- Agüero.
Y con respecto a que la PUCP fue siempre "un centro de tolerancia", habría que recordar cómo se expulsó de manera prepotente –fue un sonado escándalo- en 1973 a los alumnos René Porras y Fernando Berckemeyer, delegados estudiantiles, por lanzar críticas políticas, económicas y académicas en el diario La Prensa al grupo caviar que por entonces dominaba la Facultad de Derecho (conocidos como los "Wisconsin Boys" por hacer maestrías en ese claustro yanqui) y a profesores marxistas como Luis Pásara (quien ideó las "comunidades de base" para que se expropie a la prensa) y Rafael Roncagliolo (nuestro "canciller" por una gracia de Siomi). Un poco también que se les pasó la factura con esta sanción por haber sido ambos también unos tábanos con el asunto del affaire del profesor.
Valientemente, el conocido historiador De la Puente Candamo protestó públicamente contra esta sanción por "precipitada e injusta". La misma actitud tuvo el CAL. En cambio, Marcial Rubio apoyó a Mac Gregor en estas actitudes, junto a otros profesores, en una carta. Los castigados pasaron las de Caín para sacar el título de abogado en otras universidades, pues los botaron a muy poco de acabar la carrera.
De esas intolerancias o de esos problemas con Landázuri ya no se acuerdan ni Marcial ni Pepi...
Otrosí: Copio unas divertidas líneas que me manda un amigo:
"Aldo: ¿No es acaso una gran paradoja que la PUCP tenga y promocione (y venda) su Centro de Conciliación y Resolución de Conflictos y sin embargo esté en medio de un conflicto que parece irresoluble frente al Arzobispado? La teoría del conflicto dice que para zanjar uno hay que estar dispuesto a hacer concesiones y renunciamientos. ¿A qué tendría que renunciar o conceder la PUCP en favor del Arzobispado? ¿Y no es acaso otra gran paradoja que tenga en su prestigiada Facultad de Derecho a los mejores exponentes de Constitucional y de Procesal Constitucional, y que sin embargo la PUCP haya sido derrotada, en brillante forma y mejor estilo, en el PJ y en el TC –como ahora en Roma- por el Arzobispado en una causa constitucional por ella misma iniciada? ¡De Ripley!".